Leyenda Negra: El archivo General de Indias (parte IV)
Continuando con nuestro paseo por la Avenida de la Constitución en dirección a la Plaza de San Francisco, una vez que hemos pasado la primera manzana, a mano derecha nos encontramos con un edificio muy singular.
Parece que no es de Sevilla. Su fachada es un tanto fría. No guarda relación con el resto de la Avenida. Incluso no está alineado con ésta. Está hecho con piedra y ladrillo, parece de estilo renacentista, pero no lo es. Es que es renacentista. Auténtico; del bueno; original del siglo XVI. Otra joya de la arquitectura. Estuvo a punto de desaparecer. Se utilizaba como casa de vecinos. Se salvó de milagro.
A pesar de la pérdida de las posesiones en Europa, a mediados del siglo XVIII la monarquía hispánica tenía la máxima extensión geográfica que jamás ha tenido un imperio. La expansión por el continente americano había llegado a sus últimos confines, desde California hasta Tierra de Fuego.
Desde Mallorca a Filipinas. Tanta acumulación de territorio despertaba envidia y quejas en sus rivales. Las mismas razones que habían servido para despojar a la monarquía española de sus territorios europeos servían para despojarla de los americanos.
Antes, había que crear el clima en la opinión pública europea que justificase la usurpación.
Abrió el fuego el sacerdote enciclopedista francés Guillermo Tomás Raynal, que criticó duramente en una serie de artículos el sistema colonial francés. En 1770 se publicó en Holanda L’histoire philosophique et politique des établissementes et du commerce.
Después le tocó el turno al rector de la Universidad de Edimburgo, el reverendo William Robertson, con su History of America, en tres volúmenes, de 1777. Rápidamente, Francia, Holanda y Gran Bretaña pusieron en marcha los mecanismos de la Leyenda Negra y la transferencia de la culpa para menoscabar la legitimidad de España en América y salir reforzados ante la crítica interna. Nosotros somos malos, pero peor es la papista España. Hay que acabar con esto.
Mientras tanto, aquí se nos presentó un problema de índole administrativa. Toda la documentación oficial se custodiaba en el Archivo General de Simancas, una de las obras que encargó Felipe II a Juan de Herrera.
La llegada procedente de México de los veintitrés volúmenes de los papeles del obispo y virrey Juan de Palafox y Mendoza, que estaba en proceso de beatificación, puso de manifiesto la insuficiencia de esta instalación para albergar tanta documentación.
El informe llegó a manos de la corte de Carlos III, que encargó al fiscal del Real Consejo de Indias visitase Simancas y verificase el estado del archivo. Ocupaba este cargo el malagueño José de Gálvez y Gallardo, que había servido durante años en la administración del virreinato de Nueva España.
Éste se presentó en la primavera de 1773 en Simancas y pudo ver de primera mano que los papeles de Indias, “los más preciosos e importantes de la Corona” estaban muy “apretados”, en “desorden y confusión” por falta de espacio en una buhardilla.
Pepe Gálvez volvió a Madrid y expuso la situación al rey. Se encargó al arquitecto Tomás de Villanueva el proyecto para reformar y ampliar el Archivo General de Simancas. La guerra de independencia de los Estados Unidos dejó a la Hacienda Real sin los fondos necesarios para el proyecto de ampliación del archivo. Gálvez ascendió en 1776 a secretario de Estado del Despacho Universal de Indias (ministro de las Américas).
No arregló los papeles de Simancas, pero sí encargó la respuesta española a las graves inexactitudes de los curas Raynal y Robertson.
“La verdadera historia de nuestros establecimientos en América, desde su establecimiento hasta nuestros días, donde constase a todos el recto proceder y las sanas intenciones del Gobierno español en vista de mil auténticos documentos que aún no se han disfrutado.”
Para ello, Gálvez instó a la Real Academia de la Historia a encontrar “el medio que le pareciera más oportuno y decoroso para vindicar la verdad de la historia, el honor de la nación, la justicia de la conquista y gobierno de América, y la reputación de sus conquistadores”.
El prestigioso historiador americanista Juan Bautista Muñoz Ferrandis fue el elegido. Era el Cosmógrafo Mayor del Reino. Antes de fallecer, solo le dio tiempo a publicar el primer tomo (1492-1500) de la Historia del Nuevo Mundo.
Para ello, tuvo que sumergirse en los papeles de Simancas, Sevilla y Cádiz. Como eran desastre, convenció a Gálvez de la necesidad de instaurar un gran archivo específico de Indias. Para defenderse de la Leyenda Negra, era una cuestión de Estado.
Carlos III, que probablemente haya sido el mejor rey que ha tenido España desde Felipe II, acogió con agrado la idea de crear una institución que custodiase todos los documentos sobre las Indias Occidentales.
Antes de irse a reinar en Nápoles y Sicilia, había vivido en Sevilla con sus padres durante el lustro real. Recordaba con precisión cómo estaba la Casa Lonja. Mandó en comisión de servicios a Gálvez y a Muñoz Ferrandis a buscar inmuebles idóneos para albergar el archivo.
Visitaron Madrid, Cádiz y Sevilla. Aquí estuvieron viendo los inmuebles disponibles: las Atarazanas, la Aduana, la antigua Casa de la Contratación, la antigua Casa Profesa de los Jesuitas… En el informe que redactaron se señalaba la Casa Lonja como la ubicación más idónea. En primer lugar, por la firmeza y porte del edificio.
En segundo lugar, por su vinculación directa con la Historia de América. Y finalmente, porque al estar elevado sobre unas gradas, la documentación que allí se albergase se encontraba a salvo de las frecuentes riadas. El 19 de noviembre de 1781 Gálvez revocó la orden de ampliación del Archivo de Simancas y se escoge la Casa Lonja de Sevilla como sede definitiva del Archivo.
“Enterado S.M. ha resuelto prevenga al Consejo que su determinación del año 74 para ampliar el Castillo de Simancas fue tomada en consecuencia de mi informe y de resultas del reconocimiento que hize de aquel archivo en el 73. Pero que no permitiendo las urgencias actuales se ponga en execución aquella costosa obra tiene resuelto el Rey que todos los papeles de Indias se trasladen hecha la paz a la Casa Lonja de Sevilla. Debe el Consejo prevenir a los comisionados y archiveros de este objeto.”
El arquitecto Lucas Cintora era el teniente-director de la clase de Arquitectura en la Real Escuela de las Tres Nobles Artes de Sevilla.
Había intervenido en las grandes obras que se realizaron en Sevilla en su época. El Asistente de Sevilla lo propuso para que se hiciese cargo de las obras de la Casa Lonja. Como las dependencias de la planta baja del edificio estaban ocupadas por oficinas del Consulado y por el Cabildo de la Catedral, se decidió empezar por lo más fácil.
Desalojaron las once viviendas de la planta alta y redactaron un proyecto de adecuación a archivo sólo de esta planta.
El proyecto de Lucas Cintora propone renovar la escalera de acceso al primer piso, suprimir los muros perpendiculares a fachada y tabiques de la crujía exterior en la planta primera y pavimentar la misma con piedras nobles, realizando también el zócalo de las estanterías con mármol de Málaga. Todo ello, con un presupuesto muy moderado.
Había un problema jurídico. El edificio era propiedad del Consulado de Cargadores a Indias, que estaba en Cádiz y quería sacar partido de su propiedad.
La Corona abortó estas pretensiones. El 24 de noviembre de 1784 se fundó el Consulado Marítimo y Terrestre de Sevilla, como escisión del de Cádiz.
El Consulado de Sevilla, que es el predecesor de la Cámara de Comercio, se adjudica el inmueble por estar en su demarcación y cede la primera planta como sede permanente del Archivo General de Indias. Mientras, en Madrid, Gálvez vendía la obra sevillana como “una empresa grande que no igual toda Europa... Un honor para la nación española.”
Iniciaron las obras y surgieron los problemas habituales. Por suerte, Pepe Gálvez tenía la última palabra. Autorizó el cambio de solería de mármol de Génova al jaspeado de Málaga y Morón en tonos rojo, azul y blanco.
También desechó la propuesta de construir las estanterías en yeso y pintarlas en imitación madera. Aquí no se escatimó. Las estanterías corridas de la galería exterior fueron realizadas por Blas Molner y Zamora, director de la Academia de Nobles Artes de Sevilla, siguiendo las trazas de Alonso de Villanueva, arquitecto de la corte.
El material empleado para su construcción fue madera de caoba y cedro macho, llegada expresamente desde la isla de Cuba. Era este material mejor que el de la biblioteca de El Escorial, que se tomó como referente. Ordenó cubrir el patio con unas velas blancas, para protegerlo de la radiación del sol en verano.
Otro acierto fue la reforma de las escaleras. Lucas Cintora proyectó una nueva y monumental escalera en la crujía Oeste, al lado contrario de la caja de escalera original de Juan de Herrera, ejecutada por Minjares.
Se revistió esta escalera con los más ricos mármoles polícromos presentando un solo tiro y dos tramos subdivididos por un descansillo en cada uno de ellos. La bóveda que cubre este espacio es esquifada y casetonada, iluminada por una potente linterna.
De ese modo nació en 1785 el Archivo General de Indias, convertido en una de las principales instituciones culturales del mundo y el primer centro creado para reconstruir la historia partiendo de las fuentes documentales.
Su importancia resulta bien conocida, pues constituye la memoria de todo el Nuevo Mundo hispano desde el Descubrimiento en 1492, hasta la emancipación de Cuba y Filipinas, a finales del siglo XIX. En el Archivo se conservan unos 43.000 legajos que suman unos 80 millones de páginas y unos ocho mil mapas y dibujos procedentes, en su mayor parte, de las instituciones encargadas de la administración del Nuevo Mundo.
Las paredes interiores del Archivo se decoraron con retratos de exploradores famosos. Con el tiempo, se fueron incorporando una colección de varios artefactos de interés, tales como arte indígena americano y cerámica japonesa. Aún así, la obra de Lucas Cintora fue muy criticada en Sevilla, porque se apartó del estilo barroco dominante. Hasta tal punto fue criticada, que se vio obligado a publicar en 1876 un escrito justificativo “Justa repulsa de ignorantes y de émulos malignos” defendiendo la obra.
Desde 1875 fueron llegando en distintas remesas los fondos de las principales instituciones indianas: el Consejo de Indias, la Casa de la Contratación, los Consulados, las Secretarías de Estado y de Despacho… Se materializó así el proyecto de Carlos III, José Gálvez y Juan Bautista Muñoz de convertir la Casa Lonja de Sevilla en el depósito documental centralizado para el estudio de la Administración española en América.
Las reformas centralizadoras de la administración borbónica en España no tuvieron calado hasta la llegada al trono de Carlos III. A la falta de interés, de impulso o de capacidad, se le unía la inseguridad por considerar que la tradicional descentralización de los Habsburgo respondía mejor a la realidad histórica de los reinos españoles desde la Edad Media. No fue hasta el reinado de Carlos III cuando se impusieron las medidas de racionalización y organización que los tiempos demandaban. Un claro ejemplo de ellas es este Archivo General de Indias. El mejor archivo administrativo de su tiempo. La “meca del americanismo”.
Por desgracia, el Rey Político, como fue conocido, falleció en 1788. Antes de morirse había podido frenar el expansionismo británico por el Caribe y el extremo oriente. Y prestó una ayuda, nunca suficientemente reconocida, a la independencia de las colonias norteamericanas. Bajo su reinado se exploró la inmensidad del Océano Pacífico, cartografiándolo de forma detallada.
Carlos III se rodeó de ministros ilustrados de reconocida capacidad intelectual. A José Gálvez se le unieron Esquilache, Aranda, Campomanes, Floridablanca, Wall, Grimaldi… que reformaron la Hacienda Real, instituyeron la Lotería Nacional y el Banco de San Carlos (de España), actualizaron la política educativa y científica, la política agraria, del comercio e industrial, reorganizaron el Ejército dotándolo de unas nuevas Ordenanzas, instituyeron la bandera y el himno, crearon el virreinato del Río de la Plata, los poblados de colonización en Andalucía, construyeron el canal imperial de Aragón y realizaron el plan de caminos radiales, dotaron a las ciudades de hospitales públicos, servicios de alumbrado y recogida de basura, uso de adoquines, una buena red de alcantarillado. Modernizaron y ennoblecieron la capital del reino.
Lo único que no hizo bien Carlos III fue casarse, aunque no fue culpa suya, porque fue un matrimonio de Estado acordado. Lo casaron con la hija del rey de Polonia, que era pariente. La descendencia le salió con taras. Carlos IV lo intentó, pero no estuvo a la altura.
Al poco, le entró el miedo en el cuerpo cuando vio cómo rodaba la cabeza del rey de Francia en la guillotina. Decidió que una forma de no equivocarse es no hacer nada. Aún así, en 1791 publicó las Reales Ordenanzas del Archivo de Indias para regular el régimen de la oficina y de los empleados del mismo. Esta inacción española fue aprovechada por Gran Bretaña para intensificar su intento de apropiarse de América. Mientras tanto, el rey se dedicaba a la caza y dejaba el gobierno al “querido” de su mujer. Para hacérselo todavía más difícil, la reina, María Luisa de Parma, era una auténtica arpía. Goya retrató a la familia en todo su “esplendor”.
La incompetencia de Carlos IV, la ocupación napoleónica y el desastre de Fernando VII trajo consigo la independencia de América. El Archivo de Indias dejó de tener la función que Carlos III había querido darle para combatir la Leyenda Negra. Quedó como la institución científica que custodia los documentos sobre la primera ocupación española de las Indias Occidentales. Aún así, durante el siglo XIX fue incorporando documentación procedente de América, así como documentos privados de personajes relevantes que tuvieron tareas de gobierno de los territorios de ultramar. Los fondos que se custodian son los siguientes:
- Consejo de Indias, siglos XVI-XIX
- Casa de la Contratación, siglos XVI-XVIII
- Consulados de Sevilla y Cádiz, siglos XVI-XIX
- Secretarías de Estado y del Despacho Universal de Indias, de Estado, Gracia y Justicia, Hacienda y Guerra, siglos XVIII-XIX
- Secretaría del Juzgado de Arribadas de Cádiz, siglos XVIII-XIX
- Comisaría Interventora de la Hacienda Pública de Cádiz, Dirección General de la Renta de Correos, siglos XVIII-XIX
- Real Compañía de La Habana, siglos XVIII-XIX
- Sala de Ultramar del Tribunal de Cuentas, siglo XIX.
Los nuevos fondos que fueron llegando como resultado de la emancipación de las nuevas naciones americanas demandaron nuevos espacios en el Archivo de Indias. Para acomodarlos, se fueron produciendo alteraciones espaciales finales del siglo XIX y principios del XX. En esta fecha se incorporaron las galerías exteriores de circulación alrededor del patio, como espacios cerrados interiores del edificio con funciones de depósito de documentación y trabajo. A los vanos de los arcos del patio renacentista se les instalaron las carpinterías que lucen actualmente. También se inició la ocupación total de la planta baja para el uso de archivo. La Junta de Obras del Puerto desocupó sus oficinas en 1913.
Así pues, querido y paciente lector, sepa cuando pasee por delante del Archivo General de Indias que el edificio se conserva porque el Rey Político se acordó de él cuando decidió hacer frente a su responsabilidad y combatir la Leyenda Negra mediante la Ciencia y la Razón. No es un Museo de América. Es el Archivo General de la Administración Española en Ultramar. El valor de la documentación que se guarda dentro es incalculable. Entrad en el edificio y visitadlo. Merece la pena. Lástima que los gobernantes que hemos tenido después no hayan estado a la altura de Carlos III y sus ministros. Dios los tenga en su Gloria.
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