Archivo de Indias: El Pilar del Americanismo en España (Parte 8)
Lo demandaron los comerciantes más influyentes del mundo en ese momento. Fue el proyecto que el Rey Prudente encargó a su mejor arquitecto. Tardó mucho en construirse.
Quedó prácticamente sin uso. Estuvo a punto de desaparecer. El Rey Político se acordó de él y lo convirtió en una de las joyas del Imperio. Desaparecido éste, hoy en día sigue en funcionamiento.
El Pilar del Americanismo en España
Tras el proceso de independencia de las naciones de América, el Archivo de Indias dejó de tener la función que el Rey Carlos III había querido darle para combatir la Leyenda Negra.
Quedó como sede de la institución científica que custodia los documentos de la ocupación española de las Indias Occidentales.
Durante el siglo XIX fue llegando al Archivo de Indias nueva documentación proveniente de los territorios que España iba desalojando.
Ocurrió en este tiempo que la burguesía europea y norteamericana empezó a demandar lecturas sobre los eventos más importantes de la Historia de la Humanidad, entre ellas las conquistas de Méjico y Perú, las historias del ya casi desaparecido Imperio Español y de las fronteras del suroeste norteamericano correspondiente con las áreas de los Estados Unidos que anteriormente habían sido parte del imperio español.
Se empezó a generar el género del western, que tuvo un gran desarrollo novelesco y cinematográfico durante el siglo XX.
Una pléyade de escritores de ínfima categoría con ínfulas de historiadores, la mayoría franceses y británicos, se desplazaron a Sevilla para consultar los documentos del Archivo.
No entendían un pimiento, porque al poco dominio de la lengua española se le unía la oscura caligrafía con la que están redactados los documentos. Hay que ser especialista para leerlos.
Sin embargo, toda esta patulea de juntaletras sí que entendían de tabernas, fulanas y vino adulterado.
Washington Iriving
Crearon y trasladaron al extranjero una imagen bastante distorsionada de lo que era Sevilla. Lo que pasó fue más o menos lo siguiente:
En 1826, el embajador de los Estados Unidos de América en España, sir Alexander Hill Everett, invitó al popular escritor de “best sellers” Washington Iriving a visitar el país.
Estando ya en Madrid, lo nombró agregado cultural a la embajada americana y le encomendó la traducción al inglés de unas cartas de Cristóbal Colón que el marino Martín Fernández de Navarrete ya había publicado en España.
Washington Irving no solo tradujo la obra de Navarrete, sino que fascinado por la materia, profundizó en los documentos colombinos.
Escribió “Una historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón”. La editorial John Murray de Londres lo publicó en cuatro volúmenes a comienzos de 1828.
En Nueva York, G. & G. Carvill lo publicó en tres volúmenes. Se vendió como rosquillas. Escritor y editores incrementaron su cuenta corriente considerablemente con esta obra.
Con dinero fresco en el bolsillo, Washington Irving puso rumbo a Andalucía acompañado del secretario y del cónsul general de la Rusia de los zares, ambos nobles forrados de dinero.
Siendo de carácter acogedor, como somos los andaluces, especialmente con la gente de dinero, fueron recibidos apropiadamente por las autoridades y familias acaudaladas de los municipios por donde iban pasando.
Por fin Washington Irving pudo visitar Sevilla y los lugares colombinos.
Le gustó tanto el trato recibido que se quedó durante varios años residiendo lujosamente en Sevilla. Terminó hospedándose en el Pabellón Real de Caza de lo que hoy es la Base Aérea de Tablada, que no es mal sitio.
Como buen escritor de masas, aprovechó para hacer caja y seguir escribiendo sobre el tema. El libro se tituló esta vez “Viajes y descubrimientos de los compañeros de Colón”, con un anexo titulado “Una visita a Palos”.
Hay constancia, porque él mismo lo cuenta en sus diarios, que entre noviembre y diciembre de 1828 estuvo trabajando en la consulta de documentos del Archivo de Indias y de la Biblioteca Colombina.
El resultado fue “La vida y viajes de Cristóbal Colón por Washington Irving (abreviada por el mismo).”
Necesitada de reconocimiento internacional, la Real Academia de la Historia lo nombró académico honorario.
Al documentarse sobre Cristóbal Colón, Washington Irving tuvo la oportunidad de acercarse a la obra política de los Reyes Católicos y, particularmente, a la toma de Granada.
A comienzos de mayo de 1829 hizo su famoso viaje de Sevilla hasta Granada junto al embajador de Rusia en España, el príncipe Dimitri Ivánovich Dolgorukov.
Tampoco escatimaron en gastos. Iban a tutiplén. Se hospedaron en el palacio de los reyes nazaríes.
“Cuentos de La Alhambra” se publicó en 1832.
En las mentes de las capitales europeas, la imagen de Andalucía quedó así indeleblemente vinculada al legado árabe y su misterio. Decadencia y pintoresquismo. Puro romanticismo.
Lo que estaba de moda en los salones de París.
La Ciudad de la ópera
Atraído por este halo de decadencia y misterio, el francés Prosper Merimée también estuvo en Sevilla. Éste manejaba menos dinero, pero escribió en 1845 la historia de “Carmen”.
Presenta ante el mundo una Andalucía carente de esplendor en la que las bajas pasiones reinan sin freno: gitaneo, sexo, celos y violencia.
Era lo que estaban esperando. En París causó furor.
Treinta años después, otro francés, Bizet, compuso la ópera conocida en el mundo entero adaptando el mito Andaluz a Sevilla.
Para el que no la conozca, la historia de “Carmen la cigarrera” es más o menos la siguiente:
“Carmen era una guapa cigarrera, empleada de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla (calle San Fernando), que estaba enamorada de un sargento de la Policía llamado José. Con motivo de una riña de vecinos, la gitana es detenida y el joven, prendado de su belleza, la deja escapar. El sargento es descubierto y en consecuencia pierde sus galones. Pero los problemas no terminan, sino que aumentan, cuando un teniente piropea a Carmen y el sargento se enfrenta a él sacando su espada. Para evitar ser encarcelado decide huir a la sierra junto a su joven amada. Poco después un torero le roba el corazón a la cigarrera, que días más tarde se encuentra con él en Sevilla, cuando va a visitar a su madre que está agonizando. En la ciudad ambos reanudan su idilio y José, conocedor de las relaciones que Carmen mantiene con el lidiador, vuelve a Sevilla para intentar recuperarla, donde la sorprende en una tarde de corrida en la Plaza de la Maestranza. Ciego de amor y celos, el antiguo amante apuñala a la bella gitana causándole la muerte, mientras el público, ajeno a lo sucedido, aclama al torero que triunfante da la vuelta al ruedo.”
Hasta 124 óperas, la expresión artística propia del siglo XIX, están ambientadas en Sevilla.
Por esto se dice que es la ciudad de la ópera y hay varias placas conmemorativas colgadas por las calles del centro.
Seguramente, junto a “Carmen”, la más conocida sea “El barbero de Sevilla” de Rossini, estrenada en 1816.
Se basó en una historia publicada en 1775 por el francés Pierre Augustin Caron de Beaumarchais.
Esta versión decimonónica presenta a la ciudad de Sevilla, también, en decadencia, incapaz de dar protección a una joven huérfana a la que pretenden desplumar.
“El barbero Fígaro era famoso en Sevilla por su habilidad en rapar barbas, rizar pelucas, teñir canas, y sobre todo por su maestría en tocar la guitarra y bailar en las fiestas. Ello le valió la amistad de un joven aristócrata, el Conde de Almaviva. Ocurrió que una joven llamada Rosina, de la que se había enamorado Almaviva, quedó huérfana y su tutor, un viejo cascarrabias, avaro y astuto, llamado Bartolo ideó casarse con la muchacha para apoderarse de su herencia. El Conde de Almaviva al darse cuenta de que el tutor tenía a Rosina como secuestrada en su casa de la Plaza de Alfaro, en el barrio de Santa Cruz, pidió ayuda a su amigo el barbero Fígaro, y éste va urdiendo una serie de argucias para que Almaviva, una vez disfrazado de profesor, otra de maestro de música, otra de médico, pueda entrar en la casa y ver a su amada sin que el viejo tutor se percate. Al final y con la ayuda de Fígaro se casan Rosina y Almaviva, quedando burlado y furioso el viejo tutor.”
El librito sobre el barbero, pese a su simpleza, tuvo mucho éxito. Hubo secuela. Beaumarchais escribió una segunda parte. El argumento es ya absolutamente folletinesco. No hay por dónde cogerlo. Tuvo más éxito todavía.
Basándose en este argumento, el gran Mozart compuso en 1786 la bella ópera “Las bodas de Fígaro”.
“Rosina ya se ha casado con el conde Almaviva; es condesa, pero el conde busca los favores de la joven Susanna, que es la prometida de Fígaro, criado del conde. La trama se complica cuando el conde de Almaviva descubre que su paje Cherubino muestra mucho interés en la condesa, y por ello se quiere deshacer de él enviándolo a la guerra. Fígaro, Susanna y la condesa se ponen de acuerdo para entorpecer los planes del conde y poner de manifiesto su infidelidad. Pero, mientras tanto, Fígaro mantiene una discusión con Bartolo y Marcellina, que acaba con el descubrimiento de que Fígaro es el hijo de ambos. Al final de la jornada todos los protagonistas se encuentran en el palacio, donde se suceden los equívocos hasta que finalmente el conde y la condesa se reconcilian y Fígaro y Susanna se pueden casar.”
Estas historietas popularizaron Sevilla como destino “kitsch” entre las élites del centro y del norte de Europa.
Algunos jóvenes adinerados de 21 años, junto a sus preceptores, que realizaban el Grand Tour por Francia e Italia se dejaron caer por los burdeles de La Alameda.
Llevaron a las metrópolis occidentales noticias del urbanismo y la arquitectura musulmana, de la música y los bailes populares, los toros, las ferias y peregrinaciones, las leyendas medievales y las profesiones y métodos de producción “anacrónicos”.
El relato de cómo la antigua “Nova Roma”, ahora decadente y arruinada, se había quedado anclada en un pasado remoto. Servía de contrapunto a la Europa capitalista de las fábricas y el progreso.
La imagen romántica perfecta. Pintoresca, arcaica, sensual.
El turismo es un gran invento
En pleno siglo XXI tenemos claro que “el turismo es un gran invento”. Pero nuestros antepasados del siglo XIX ya lo supieron ver.
Para alentar la llegada de viajeros adinerados se fomentó desde las instituciones y desde la sociedad civil esta imagen romántica de Sevilla. No fue ajeno a ello el más insigne poeta romántico que ha dado la ciudad, Gustavo Adolfo Bécquer:
“Los que han visto una calle de Sevilla, una de aquellas calles con sus casas de todas formas y tamaños, sus balcones con macetas de flores semejantes a pensiles colgados, sus ventanas con celosías verdes, enredadas de campanillas azules, sus tapias oscuras por las que rebosa el follaje de los jardines en guirnaldas de madreselva, allá en el fondo un arco que sirve de pasadizo con su retablo, su farol y su imagen, aquí los guardacantones de mármol sujetos con anillas de hierro, en lontananza las crestas de los tejados, los aéreos miradores, los chapiteles de los campanarios y los extremos de mil y mil veletas caprichosas; los que han visto, volvemos a repetir, una de estas calles, deben cerrar los ojos o no fijarlos en esta decoración.”
Toda esta imagen absolutamente desfigurada que se daba de la ciudad de Sevilla en particular, de Andalucía por extensión y de España en general, influyó en los textos que los presuntos historiadores de América escribían para el público europeo en esta época.
La Leyenda Negra elevada a la enésima potencia. Justamente lo contrario del objetivo que se propuso Carlos III cuando encargó a José de Gálvez la creación del Archivo de Indias.
De nada sirvió que el absolutismo en España muriera con Fernando VII en 1833. Europa demandaba una imagen romántica de la decadente España y nuestras élites estaban dispuestas a dársela siempre y cuando hiciesen caja.
Así, hemos tenido que aguantar a un sinfín de calumniadores que nos ponen como ejemplo avanzado a países muy republicanos que vivieron tres revoluciones políticas violentas con cambio de régimen en cuarenta años o a la gran potencia monárquica que dejó morir de hambre a millón y medio de sus súbditos en una de sus islas y forzó a emigrar a otros tantos.
En fin… así fue el siglo XIX, el siglo de las revoluciones. En España sufrimos una república, tres guerras carlistas, las guerras de independencia americanas y la guerra con Marruecos.
Y unos gobiernos absolutamente corruptos e incompetentes. Afortunadamente, no se intervino activamente en los grandes conflictos europeos. Menos mal.
A finales de siglo ocurrió algo curioso. Estados Unidos emergía como una gran nación y allí se vivió una corriente de simpatía hacia la cultura española.
Fue el contrapunto a la extinción en las décadas precedentes de las tribus nativas americanas que hablaban español.
En Nueva York se creó la Hispanic Society, una institución con ánimo de conservar y fomentar la cultura española. Archer M. Huntington era su presidente y mecenas.
En España, tras las sucesivas desamortizaciones del siglo XIX, el patrimonio histórico artístico que había sido propiedad de la Iglesia queda absolutamente desprotegido. El Estado no poseía ni los fondos ni los medios necesarios para mantenerlo.
Fue robado, desvalijado, saqueado, expoliado, etc, etc, apareciendo en venta en los anticuarios internacionales. En Estados Unidos había demanda. Gran parte viajó al otro lado del Atlántico empacado en cajas de madera.
Acabó en el interior de las casas y palacetes de los nuevos millonarios de Nueva York, Filadelfia y Chicago. Estaba de moda el estilo español. Un norteamericano enriquecido por el acero se interesó activamente y recaló en Sevilla.
“Sevilla tenía una importancia muy grande para el fundador. Archer Milton Huntington vino a España por primera vez en 1892, aunque el viaje de 1898 fue para él en un momento muy especial porque adquirió como tarea propia las excavaciones de Itálica, por el día las supervisaba y por las noches formaba parte de las tertulias del marqués de Jerez de los Caballeros. Vinculado con todos los intelectuales de Sevilla y todos los aficionados a los libros. En este contexto llegó a conocer a José Gestoso, y los dos tenían tantos intereses en común que era natural que se hicieran amigos y los dos se ayudaran mutuamente en sus proyectos. Lo desconocido es la extensión de la ayuda que Huntington proporcionó a Gestoso en sus proyectos.”
Archer M. Huntington fue nombrado miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.
En correspondencia, el historiador sevillano Antonio Sancho Corbacho, lo fue de la Hispanic Society of America. Esta institución había sido fundada en 1904 por Huntington en Nueva York como “una biblioteca pública y gratuita, museo e institución educativa, conteniendo objetos de interés artístico, histórico y literario” con el propósito del “avance en el estudio de la lengua, literatura e historia española y portuguesa, así como el avance en el estudio de los países en los que se habla o se ha hablado las lenguas españolas y portuguesas”.
Las excavaciones en Itálica se hicieron con motivo de las obras del trazado del ferrocarril de las Minas de Cala, que destruyeron una pequeña parte del yacimiento.
Huntington, pese a su labor de estudioso y de mecenas, tuvo problemas en 1898 con las autoridades españolas por su condición de norteamericano.
La guerra con Estados Unidos por la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas fue un obstáculo.
No obstante, una vez finalizado el conflicto pudo retomar su labor sin mayores problemas. La estatua ecuestre de El Cid ubicada en el Prado de San Sebastián fue encargada y donada por él a la ciudad de Sevilla. La hizo su hermana, que era una excelente escultora.
La crisis moral, política y social que atravesaba el país tras la pérdida de las últimas colonias a finales del siglo XIX cristalizó en literatura en lo que se conoció como Generación del 98.
Se impuso la visión histórica de Menéndez Pelayo y de Ramiro de Maeztu.
En lo arquitectónico, el regionalismo abandera la corriente regeneracionista, intentando rescatar los momentos de mayor esplendor de la arquitectura vernácula de las distintas regiones de España.
El neomudéjar es el estilo definido como auténticamente español. En Sevilla, Aníbal González es su mayor exponente.
En torno a las cátedras de Rafael Altamira y de Américo Castro surgió en Madrid un grupo de historiadores que abordaron por primera vez el estudio de la Historia de América desde un punto de vista profesional.
Retomaron el proyecto de Carlos III de escribir un relato histórico apegado a la realidad y lejos de contaminaciones políticas y de intereses de potencias extranjeras.
En las primeras décadas del siglo XX se creó el Centro de Estudios Históricos, también en Madrid, que reunió otro grupo de americanistas bajo el paraguas oficial de la Junta de Ampliación de Estudios.
Por otro lado, con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929, se constituyó en Sevilla el Instituto Hispano-Cubano de Historia de América, dirigido por José María Ots Capdequí, que se distinguió en su importante producción histórica.
Financiaba esta iniciativa el Vizconde de Los Remedios, don Rafael González-Abréu. También en Sevilla, y vinculado a la Universidad, en 1932, se creó el Centro de Estudios de Historia de América.
La destrucción que sufrió la Ciudad Universitaria de Madrid durante la Guerra Civil y la reestructuración de las instituciones científicas y universitarias por el nuevo régimen propiciaron que Sevilla se erigiese en el núcleo principal del americanismo en España.
Se estableció aquí, vinculada al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Escuela de Estudios Hispano-Americanos. En este centro se pusieron en marcha diferentes iniciativas y enseñanzas en la materia que abrieron el camino que lleva hasta nuestros días.
Estas iniciativas han dado como fruto que en nuestra ciudad, haya nacido y crecido una de las escuelas más importantes del americanismo, que ha dado nombres importantes como Francisco Morales Padrón, Juan Gil, José Luis Comellas, Luis Navarro, Enriqueta Vila, Consuelo Varela, Ramón María Serrera, Antonio Miguel Bernal, Macario Fernández...
Una escuela que se basa en tres pilares: el Archivo de Indias (institución cultural de prestigio internacional), el departamento de Historia de América de la Universidad de Sevilla y la Escuela de Estudios Hispano-Americanos.
Toda esta actividad científica en torno al Archivo General de Indias hizo necesario ampliar las instalaciones y que se ocupase de forma exclusiva la totalidad del edificio de la Casa Lonja.
En el año 1974 se marcharon definitivamente las dependencias de la Cámara de Comercio a una nueva ubicación.
Para adecuar el edificio a los requerimientos del siglo XXI, se ha llevado a cabo la modernización y adaptación del Archivo de Indias a su actual uso.
Entre los años 2000 y 2004 se realizaron obras para reorganizar el espacio interior con el fin de acoger el nuevo programa de necesidades.
Se aprovechó para consolidar la estructura, restaurar todos sus elementos, renovar todas las instalaciones y adaptarlas a la normativa vigente.
Además, se aprovechó para expandir el Archivo hacia el edificio de la Cilla del Cabildo.
Cilla del Cabildo Catedralicio
El Ministerio de Cultura invirtió más de 12,5 millones de euros en el Archivo.
La Cilla del Cabildo Catedralicio fue construida en 1770 como edificio destinado al almacenamiento de las rentas pagadas en especie a esta institución.
Fue remodelada por el arquitecto Rafael Manzano en 1974 para albergar el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla, actualmente en la Isla de la Cartuja.
Situada frente a la fachada sur del Archivo, en la calle Santo Tomás, su fachada repite el esquema compositivo del Archivo de Indias, con zócalo, pilastras y entablamento de piedra sobre paramentos de ladrillo rojo avitolado.
En su interior se conservan paños de las murallas del Alcázar.
Se ubican en este edificio todas las dependencias que no requieren contacto directo con los documentos originales: sala de consulta de documentación digitalizada, sala de conferencias, administración, biblioteca auxiliar, informática, etc.
Está conectada con el Archivo de Indias por un túnel de servicio que pasa bajo la calle.
Le mandé un borrador de este escrito a mi compañero y sin embargo amigo, gran arquitecto y mejor persona, Mario Chaparro Narbona, que me hizo llegar el siguiente comentario.
En tiempos tan confusos como los actuales, tener acceso a una “fuente primaria”, como lo denominan los historiadores, es un auténtico lujo que no es posible depreciar.
“Leyendo tu magnífico Paseo por la Avenida, me he encontrado con un párrafo que no es correcto del todo y que, en cambio, yo sí puedo concretar. Se trata de la remodelación de la antigua Cilla del Cabildo Catedralicio, obra que atribuyes a Rafael Manzano en 1974, para albergar el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla. En efecto, la remodelación se hizo para albergar el mencionado Museo de Arte Contemporáneo, del que iba a ser director Víctor Pérez Escolano, siendo Director General de Bellas Artes, Florentino Pérez Embid, y habiendo sido co-firmado por Rafael Manzano y por éste que suscribe. Aunque parezca increíble, esa obra le hicimos a medias Rafael y yo. Y debió ser en 1972 ó como mucho 73, porque se acabó antes de yo salir del estudio de Manzano y yo salí de allí en el 73, o sea que en el 74 ya estaría funcionando.
Como anécdota te cuento que Víctor Pérez Escolano, que entonces no era comunista, sino que asistía con su camisa azul a los actos en los que estaba don Florentino, de alguna manera, este pájaro se estaba relacionado con la redacción del proyecto, para lo cual quería una escalera entubada en un cilindro metálico que saliera por la cubierta, lo que iba a garantizar la calefacción de la citada escalera. Obviamente Florentino y Manzano desecharon tal locura. Por cierto, yo proyecté una escalera con peldaños normales, pero Manzano quiso escalones machos, o sea de un tamaño en sus huellas y tabicas superior a lo normal.
Y hay una segunda anécdota que me coge muy de cerca. Se había proyectado para la calle posterior una fachada, preciosa, original y moderna al límite, pero Manzano no se fiaba de don Florentino y me mandó a mí ir a enseñarle esa fachada. Yo, a mis 22 años, más inocente que un cubo, en el Alcázar, fui a ver a don Florentino, que estaba reunido con unos señores. Abrí el plano de la fachada y don Florentino dijo: ¿y esto qué es? Y yo, muy alegremente, respondí: es una fachada que es valiente y tradicional, a lo que me respondió: valiente sí es, pero tradicional… qué no me diría, que al día siguiente vino a pedirme disculpas. Manzano, una vez más, había salido limpio y yo había cargado con el muerto. Obviamente la fachada trasera se proyectó, como si fuera un convento, totalmente ciega y con solo huecos en la zona alta. Hoy día está muy taladrada, pero no sé cuándo se hicieron esos ventanucos.
Obviamente, todo esto, es solo para tu conocimiento y diversión. Un abrazo.”
A mediados de los años noventa, siendo alumno de la Escuela de Arquitectura, Manolo Tarascó nos puso como examen dibujar apuntes al natural del Pasaje Miguel de Mañara. Aprobé.
Yo mismo me sorprendí de lo bien que me quedaron los dibujos. Ya entonces estaban lo ventanucos a los que aludía Mario.
Volviendo al tema, aprovechando las obras, se ampliaron los sótanos del edificio del Archivo de Indias para albergar las instalaciones técnicas que no tienen cabida en otras dependencias, como son las salas de máquinas, almacenes, equipos de protección contra incendios, cuarto de limpieza, vestuarios de personal, etc.
Se aprovechó para hacer labores arqueológicas que aportaron conocimiento al proceso constructivo del edificio, llegando hasta los cimientos localizados a 8 metros de profundidad.
Las labores de depósito de la documentación original, su custodia, restauración, digitalización, etc. se llevan a cabo en la planta baja del Archivo de Indias, a la que solo tiene acceso el personal que trabaja en el edificio.
Su estructura se establece por zonas, quedando la fachada a la Avenida de la Constitución con los accesos, punto de información, recepción, comunicaciones y dirección.
En la fachada a la Plaza de la Inmaculada se localizan todas aquellas dependencias con acceso restringido donde se trabaja con los documentos originales: restauración, digitalización, microfilm, servicio de documentación, etc. y en la zona central entre ambas, los depósitos de documentación original, también dentro de la zona de acceso restringido.
Las galerías exteriores de la planta superior se adecuaron para la instalación de exposiciones temporales, en lo que constituye un itinerario para visitas que recorre todo el edificio. Las galerías que dan al patio renacentista se han reservado para uso restringido de carácter administrativo.
Con cita previa, es posible concertar un recorrido de visita turística a este edificio de enorme valor arquitectónico. Se comienza en el acceso por las dos crujías que dan a la Avenida de la Constitución, se sigue por el patio renacentista, se continua por la galería exterior de la primera planta, para terminar en las cubiertas.
Querido lector, si has tenido la infinita paciencia de leer esta serie de textos recorriendo la historia de Sevilla y del edificio, te animo a realizarla. Podrás disfrutarla con el placer que da el conocimiento.
- La placa ilegible del almacén de maderas del rey.
- Los patios interiores de los Reales Alcázares de Sevilla
- Un paseo por la Avenida de la Constitución: Vestigios, cuando Fernando VII usaba paletón
- Exposición: Patrimonio cartográfico en Sevilla en Cajasol Sevilla 2024
- Conciertos: Golden Nights en Sevilla 2024-2025
- Leyenda Negra: El archivo General de Indias (parte IV)
También te puede interesar otros artículos parecidos a Archivo de Indias: El Pilar del Americanismo en España (Parte 8) en nuestra categoría Qué Ver.
Deja una respuesta
También te interesa: